DETRAS DE UNA MIRADA
Nilthon Vílchez es un joven poeta que deja la estela de su mirada en nosotros. Su voz viene de lejos y nos aproxima a su querencia: "Quebradas profundas dan eco a mi canto", nos dice. Es el latir de un corazón que siente su lar, que expresa la tristeza del hombre andino y la del hombre que ama profundamente. Y esos son los tres tópicos en los que ha trabajado que hoy entrega al ávido lector de poesía. El amor busca una entrega, una sensación, una mirada, un cuerpo, y da lo que tiene, con firmeza, con pasión, con entereza y con convicción. La mujer de sus sueños poéticos tiene " oscura cabellera, ojos marrones y un lunar que en vano pretende esconder". A decir también de su madre, mujer que perfuma su corazón con un nombre: Sofía. Aunque él diga adiós no lo podrá olvidar y la nostalgia será en él más fuerte que el olvido. En estos versos la presencia joven es nítida y segura, la fuerza del querer va atravesando el simple sentir y se hace fulgor.
La tristeza desesperada del hombre que siente desaliento cuando se acaban las moneditas con las que sacia su sed o su hambre es visualizada por Nilthon del modo más angustiante. Es una imprecación hacia el ser o hacia la nada. El ser social es inexistente en esos momentos, el ser divino sólo acentúa la inconciencia; "del ser que vivo", al decir Vallejo. El sino del hombre, más aún en un país subdesarrollado como el nuestro, o en el hombre cotidiano, es una tragedia que hace reflexionar y convierte al ser humano en un ser potencial subvertidor del orden: "estamos ebrios de dolor/usurpemos con furor al conformismo/yo pondré metáforas/desenvainadas/".como recuerda a los versos de Javier Heraud:"solo soy/un hombre triste/que agota sus palabras". La tristeza y la miseria, tan cotidiana y tan elocuente, inunda las almas frágiles y las hace llorar en silencio. Pero, a muchos los lleva por la senda del pensamiento crítico y los hace hablar en voz alta, aunque eso no les guste a los "gobernantes de turno", especialmente a los reeducados antiimperialistas.
El amor de la tierra que lo vio nacer remece la fibra más íntima de Nilthon. Su compromiso con su urbe comunal es indudable. Los días y las noches en Tinco. Allá en las alturas de Yauyos, Lima; son referidos en el mejor sentido andino.
Vale decir, como un buen seguidor de los poetas indigenistas o neoindigenistas, su plasmación metafórica recoge lo natural, lo cultural, no es naturaleza muerta, sino en movimiento.
Lo que se nota es la espiritualidad del que mira desde lejos, desde la nostalgia y que rememora su querencia como parte consustancial de sí mismo. El olor y el perfume de su tierra, de sus flores, del canto de sus aves, de "sus tercas peñas de caritas arrugadas", de todo ello él se siente tributario. Un canto a su lar, como todo buen yauyino; que los poemas de MIS PRIMERAS SOLEDADES se desplacen límpidos como las aguas del río Yauyos, al cual él tanto quiere y extraña.
La tristeza desesperada del hombre que siente desaliento cuando se acaban las moneditas con las que sacia su sed o su hambre es visualizada por Nilthon del modo más angustiante. Es una imprecación hacia el ser o hacia la nada. El ser social es inexistente en esos momentos, el ser divino sólo acentúa la inconciencia; "del ser que vivo", al decir Vallejo. El sino del hombre, más aún en un país subdesarrollado como el nuestro, o en el hombre cotidiano, es una tragedia que hace reflexionar y convierte al ser humano en un ser potencial subvertidor del orden: "estamos ebrios de dolor/usurpemos con furor al conformismo/yo pondré metáforas/desenvainadas/".como recuerda a los versos de Javier Heraud:"solo soy/un hombre triste/que agota sus palabras". La tristeza y la miseria, tan cotidiana y tan elocuente, inunda las almas frágiles y las hace llorar en silencio. Pero, a muchos los lleva por la senda del pensamiento crítico y los hace hablar en voz alta, aunque eso no les guste a los "gobernantes de turno", especialmente a los reeducados antiimperialistas.
El amor de la tierra que lo vio nacer remece la fibra más íntima de Nilthon. Su compromiso con su urbe comunal es indudable. Los días y las noches en Tinco. Allá en las alturas de Yauyos, Lima; son referidos en el mejor sentido andino.
Vale decir, como un buen seguidor de los poetas indigenistas o neoindigenistas, su plasmación metafórica recoge lo natural, lo cultural, no es naturaleza muerta, sino en movimiento.
Lo que se nota es la espiritualidad del que mira desde lejos, desde la nostalgia y que rememora su querencia como parte consustancial de sí mismo. El olor y el perfume de su tierra, de sus flores, del canto de sus aves, de "sus tercas peñas de caritas arrugadas", de todo ello él se siente tributario. Un canto a su lar, como todo buen yauyino; que los poemas de MIS PRIMERAS SOLEDADES se desplacen límpidos como las aguas del río Yauyos, al cual él tanto quiere y extraña.
Lic. Alberto Chavarría Muñoz
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